Cómo sentimos el mundo?¿En qué parte de nuestro cuerpo sentimos lo que nos sucede a cada momento?¿Cuál es el sentido que le damos a nuestra interacción con el entorno?y ¿Qué hacemos con lo que sentimos?

Tanta pregunta puede llevarnos incluso a una confusión y evasión del momento presente, situándonos solamente en el intelecto. Pero es necesario centrar intelecto y emociones, ¿y por qué no? también el cuerpo que es un lenguaje integrador, es decir, esa coalición que nos provea de plenitud, comprensión, aceptación e integración. Todo unido y vivenciado en nosotros, una experiencia integral entre lo interno y lo externo. Pero para esto es necesario conocer las partes, conocer nuestro intelecto, lo que piensa, lo que desea saber, lo que no sabe y su estado actual. Así como nuestras emociones, lo que sentimos, por quienes, por nosotros mismos y en qué parte del cuerpo las sentimos.

De este modo y también conociendo el estado de nuestro cuerpo de manera diferenciada poder ir poco a poco encontrando lazos entre ellos que nos permitan conocer partes de una totalidad; nuestra humanidad integrada y no diferenciada entre si.

Claro, lo que digo parece simple pero hoy en día en realidad no lo es tanto si nos damos cuenta que vivimos en un mundo rápido, mecánico, insensible y apático. Todo tiene una dirección en la vida, una acción que conlleva una consecuencia y es importante que seamos capaces de direccionar nuestra mente, emociones y cuerpo en un solo objetivo sin disociarnos, de este modo poder encausar toda nuestra energía en un objetivo en común para nosotros mismos. Si mis pensamientos tienen una dirección diferente de mis emociones y mi cuerpo no se mueve en relación a alguno de estos sucede que no podré ser capaz de – primero y antes que todo – lograr sentirme bien, a gusto y en paz, y luego lograr mis objetivos sería muchísimo más difícil.

Hoy en día es vital el reconocimiento de nuestro estado interior, de nuestro trabajo humano como búsqueda de lo esencial para lograr bienestar y satisfacción. ¿Cómo comenzar? Pues bastante más fácil de lo que se piensa comúnmente. Trabajar interiormente puede llegar a ser intuitivamente sencillo pero nos sucede que lo racionalizamos y al hacerlo de esa forma nos quedamos parados porque el racional no conoce las emociones, las convierte en palabras y por lo tanto hace de las emociones un ruido mental que no nos permite la acción. Esto sucede básicamente porque llevamos cientos de años condicionados a usar la palabra como herramienta de conocimiento y hace muy poco se ha explorado las emociones desde su génesis. Pero si nos vamos a lo intuitivo y al sentir sin verbalizar ya podemos dar el primer paso a un enfoque emotivo más claro.
Lo importante es detenernos a sentir y concentrar nuestra atención en el ritmo del corazón. Esta simple acción de detener el mundo por un momento y sentir nuestros latidos es vital en el enfoque de nuestras sensaciones, sentimientos y es el primer paso a un momento íntimo con uno mismo. Difícilmente con este primer paso alguien no podría conectar, el enfoque en nuestro latido es poderoso y nos sensibiliza rápidamente.

Este primer paso tan simple para muchos implica un enorme esfuerzo debido a que han estado alejados de sus emociones que es frecuente que algo tan sencillo les resulte agotador o incluso desagradable. Pero eso no es nada de malo, ya es un paso a darnos cuenta de que estamos sintiendo algo en una intensidad y en una presencia nueva dentro de nuestra consciencia. Quien decida no seguir claramente es porque teme ver y sentir más de cerca emociones que conlleven a un cambio, y habitualmente ese cambio es un esfuerzo que pocos se atreven a realizar debido a que este trabajo trae a la luz experiencias y emociones ocultas.
Nuestra voluntad de conocer nuestras emociones no desde el intelecto sino desde la emoción misma trae consigo el trabajo de identificar y definir, por lo tanto, de algún modo el intelecto sigue estando presente, pero no es quien manda, sino nuestra emoción. De momento el intelecto es un sirviente ante lo que sentimos pero no domina nuestra voluntad de sentir, solo toma nota. De esta manera mientras enfocamos nuestra atención en nuestros latidos, con una respiración profunda, los ojos cerrados y el cuerpo en una postura relajada, sentados preferentemente, podremos ser honestos con nosotros. En ese momento dejarnos llevar por lo que sentimos y dejar que el cuerpo hable sin necesidad de contener sus expresiones. Si sentimos alegría probablemente sonreiremos o si sentimos tristeza lloraremos, lo importante es que nos permitamos que la emoción tome protagonismo en conjunto con nuestro cuerpo.
Desde ese momento ya damos un paso importante, comenzar, sentir e identificar.

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